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Journal de français #1

"L'amour est un oiseau rebelle que nul ne peut apprivoiser..."


Mi historia con el francés es una de deseo, de infatuación, de renuncia, de miedos, de reencuentros, de esperanza, de alegrías, de vergüenzas, pero más allá de todo, mi historia con el francés es una historia de amor. Un amor que inició hace catorce años y que perdura y se fortalece con el paso del tiempo.


Y es que uno no decide de quien enamorarse (o en este caso de qué), lo único que es real es el sentimiento que te produce la persona (o la cosa) amada. Un amor impetuoso, devocional incluso, que conforme se va viviendo te lleva del Eros al Ágape hasta transformar tu forma de ser y estar en el mundo. Yo me he transformado como persona gracias al francés.


Me encuentro en casa, tengo 16 años y escucho música de fondo. De repente, sin avisar, suenan aquellos violoncellos con una melodia insoportablemente misteriosa. Las notas son tan oscuras, tan picantes, tan burlonas, me dan miedo, pero quiero escuchar más...y entonces sucede, el tiro de gracia, el flechazo: canta la soprano (ahora sé que se trataba de Maria Callas) la primera línea de tan espectacular canción: "L'amour est un oiseau rebelle...". Desde ese día le pertenecí al francés (y sí que tenía razón aquella letra, el amor es un pájaro rebelde que nadie puede aprisionar).


Dejé todo lo que estaba haciendo y corrí por lápiz y papel. Empecé a escribir lo que entendía, NECESITABA descifrar lo que se decía en esta canción, así es el amor, inexplicable, una aceleración que primero te atrapa por lo que ves o escuchas y con el paso del tiempo te presenta sus otras caras, sus otras realidades...es ahí en donde decides si continúas o sales corriendo.


Yo ya tenía experiencia con el inglés, pero claramente sabía que esta era una lengua diferente. Lo que me provocaba era también diferente, se sentía bien. Yo quería esta lengua. Repetí la canción tantas veces hasta que fui capaz de recitar las líneas de memoria. Supe que la canción estaba en francés y descubrí que nada se escribe como se pronuncia, fue su primera traición. Así es el francés, traicionero, travieso, coqueto, intelectual, encantador.


Bref, mi primer encuentro con el francés fue una especie de huracán que me atrapó con sus sonidos y que me ha llevado por un viaje personal que quiero compartir poco a poco en este journal. El francés me conduce a querer pensar, a ser consciente de mis ideas y posturas éticas, a dramatizar, a filosofar, a sentir, a escribir. Tengo el sueño de ser capaz algún día de publicar algo en francés.


Amo algo que nunca me pertenecerá, algo que siempre permanecerá extranjero a mí, algo que me enseña el amor desinteresado debido a la resignación de no poder poseer. Amo la metáfora de este amor.

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